Pasaron algunos años sin que mi corazón fuera tocado de nuevo, tuvo que acabar la niñez y llegar a esa etapa loca que llaman adolescencia. Esta vez peor que las anteriores porque se mezclaba un cóctel de hormonas con un corazón loco. Apenas tenia tiempo para salir, me centre en los estudios y en superar cada escalón que la vida me ponía, me gustaba pasar las tardes con los amigos sentados en los bancos comiendo pipas, comentando quien era la que mas buena estaba y como nos iba por el momento. Sin embargo llego el año de oro de Nanster, cuando realmente creo que nació el poeta que llevo dentro, el poeta que hizo que hoy escriba esto.
Fue un septiembre cuando comenzaba de nuevo el curso, un paso mas en mi afán por conseguir un nuevo titulo. La ESO ya estaba en mi poder y tras sorprender a mis profesores tocaba enfrentarse a un bachillerato que no sera nada fácil. Sin embargo hay estaba el tío, sin tener ni pajolera idea de ciencia y metido en el bachillerato de ciencia en el que apenas conocía a tres personas.
Me senté en el primer hueco de la mesa que encontré, no parecía que se sentara nadie a mi lado, pero la verdad es que me la sudaba, sin embargo me toco ser compañero de alguien que fue un amigo de la niñez.
Comenzaron las clases, un taco de folio en la mesa y un viejo verde dando clase de filosofía, no recuerdo a que vino a cuento, pero se que en aquel momento fuimos saliendo a la pizarra uno tras otro. Algunos pasaban y entre aburridas historias y aberturas de boca salio alguien que llamo mi atención. No se porque, como siempre me habia pasado, pero era distinta, alguien que parecía muy especial.
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